martes, 2 de julio de 2013

El futuro del capitalismo es totalmente utópico.


     Todo ya estaba atado y bien atado mucho antes de que la internacional capitalista viniera aquí a diseñar nuestra “transición”.     España es un país muy complejo, pero uno de los factores que demasiada gente suele olvidar a la hora de hacer cualquier análisis político, aparte de su clara plurinacionalidad, es su importante herencia fascista. Fuimos el único pueblo que tuvo que soportar el fascismo, el único que tuvo que sufrir a sangre y fuego su represión durante 40 años, y eso obviamente castra a un gran pueblo como el nuestro. Recalco el “gran”, para luego. El fascismo no pasa sin más para que cuando llegue la prostituta esta que llaman democracia se haga borrón y cuenta nueva. Esos 40 años dejaron su marca, su cicatriz, que se refleja en tener el partido considerado de “derecha” más reaccionario de toda Europa, el Partido Popular o la Derecha Unida, y el socialdemócrata (social-liberal más bien, o tercera vía) menos keynesiano de todos los que habitan la cloaca europea. Ambos partidos repletos de todos los que alzaban la mano pero que ahora son demócratas de toda la vida, así de simple e hipócrita.        El “una, grande y libre” del bigotito y terrateniente se dijo durante demasiado tiempo, aunque muchos de la considerada “otra España” se nieguen a olvidar el internacional “¡No pasarán!” y que “Madrid será la tumba del fascismo”. Esto es lo que me fascina de la buena España, esa España que ha sido sometida una y otra vez por la mala España, pero que en su cabezonería se impone a si misma olvidar quién es y porque es como es. España es grande, aunque muchos nos avergoncemos de ella hoy día y renegemos de ese término tan sucio que es el patriotismo. El fascismo dejó su marca pero España, o simplemente Iberia pues el nombre da igual, tiene cicatrices aún más hondas de rebeldía que sin darnos cuenta creo que no hemos olvidado. Debe ser innato a nuestra cultura y carácter pícaro, el no respetar la ley a menos que nos lo impongan con hostias, y que tiene sus efectos secundarios como la corrupción.     Aquí fue el lugar donde se dió la primera y única revolución anarcosindicalista de la historia y donde en el 34 Asturias se alzó para establecer su propia -y corta- República Socialista a base de dinamita y solidaridad. Tenemos el honor de haber sido uno de los primeros lugares del mundo donde la mujer pudo votar y también decidir sobre su cuerpo con el embarazo (el primero fue la URSS por cierto). Hemos sido además el país de pintores, poetas y escritores por antonomasía (la primera novela moderna mismamente, de Cervantes) y si nos ponemos históricos nos podemos morir de eso tan expropiado por la derecha que es el patriotismo.      El pueblo íbero del que por desgracia conocemos poco de él pero si sabemos que estaba ampliamente desarrollado para su época, lusitanos y numantinos (la auténtica aldea de Asterix) enfrentándose al poderío de Roma y venciendo una y otra vez contra toda lógica durante más de 20 años, el Califato de Córdoba como meca cultural del mundo en la época, los comuneros de Castilla como avance social aplastado por el feudalismo más arcaico, los bandoleros de Andalucía robando a los ricos para dárselo a los pobres, las cortes de Cádiz contra los 100.000 hijos de puta de San Luis que venían a combatir el “epicentro revolucionario contra el absolutismo” o mismamente el precursor a Cádiz de “Vivan las caenas” contra el francés que traía libertad a hostias y que en nuestro cinismo patrio llegamos a gritar esa maravilla dialéctica.     Sufrimos lo que sufrimos, y aún así somos capaces en este país abiertamente fascista de declarar legal el matrimonio homosexual, legalizar a medias el aborto, buscar las mañas para condenar el franquismo, alzar monumentos a las brigadas con el Estado en contra y de no olvidar que somos los hijos y nietos de aquellos que los putos fascistas no fueron capaces de matar. Pues esto y mucho más, se ha conseguido sin matarles, sin matarles como ellos si mataron a los nuestros.     España es muy grande, aunque ahora nos avergüence por haber sido castrada una y otra vez por esa mala España. El problema es que los cojones nunca dejarán de crecernos las veces que haga falta, por muy machita y hermafrodita (xd) que suene la expresión.      http://sagunto.cnt.es/2013/06/30/el-futuro-del-capitalismo-es-totalmente-utopico/

Todo ya estaba atado y bien atado mucho antes de que la internacional capitalista viniera aquí a diseñar nuestra “transición”.

España es un país muy complejo, pero uno de los factores que demasiada gente suele olvidar a la hora de hacer cualquier análisis político, aparte de su clara plurinacionalidad, es su importante herencia fascista. Fuimos el único pueblo que tuvo que soportar el fascismo, el único que tuvo que sufrir a sangre y fuego su represión durante 40 años, y eso obviamente castra a un gran pueblo como el nuestro. Recalco el “gran”, para luego. El fascismo no pasa sin más para que cuando llegue la prostituta esta que llaman democracia se haga borrón y cuenta nueva. Esos 40 años dejaron su marca, su cicatriz, que se refleja en tener el partido considerado de “derecha” más reaccionario de toda Europa, el Partido Popular o la Derecha Unida, y el socialdemócrata (social-liberal más bien, o tercera vía) menos keynesiano de todos los que habitan la cloaca europea. Ambos partidos repletos de todos los que alzaban la mano pero que ahora son demócratas de toda la vida, así de simple e hipócrita.



El “una, grande y libre” del bigotito y terrateniente se dijo durante demasiado tiempo, aunque muchos de la considerada “otra España” se nieguen a olvidar el internacional “¡No pasarán!” y que “Madrid será la tumba del fascismo”. Esto es lo que me fascina de la buena España, esa España que ha sido sometida una y otra vez por la mala España, pero que en su cabezonería se impone a si misma olvidar quién es y porque es como es. España es grande, aunque muchos nos avergoncemos de ella hoy día y renegemos de ese término tan sucio que es el patriotismo. El fascismo dejó su marca pero España, o simplemente Iberia pues el nombre da igual, tiene cicatrices aún más hondas de rebeldía que sin darnos cuenta creo que no hemos olvidado. Debe ser innato a nuestra cultura y carácter pícaro, el no respetar la ley a menos que nos lo impongan con hostias, y que tiene sus efectos secundarios como la corrupción.

Aquí fue el lugar donde se dió la primera y única revolución anarcosindicalista de la historia y donde en el 34 Asturias se alzó para establecer su propia -y corta- República Socialista a base de dinamita y solidaridad. Tenemos el honor de haber sido uno de los primeros lugares del mundo donde la mujer pudo votar y también decidir sobre su cuerpo con el embarazo (el primero fue la URSS por cierto). Hemos sido además el país de pintores, poetas y escritores por antonomasía (la primera novela moderna mismamente, de Cervantes) y si nos ponemos históricos nos podemos morir de eso tan expropiado por la derecha que es el patriotismo.

El pueblo íbero del que por desgracia conocemos poco de él pero si sabemos que estaba ampliamente desarrollado para su época, lusitanos y numantinos (la auténtica aldea de Asterix) enfrentándose al poderío de Roma y venciendo una y otra vez contra toda lógica durante más de 20 años, el Califato de Córdoba como meca cultural del mundo en la época, los comuneros de Castilla como avance social aplastado por el feudalismo más arcaico, los bandoleros de Andalucía robando a los ricos para dárselo a los pobres, las cortes de Cádiz contra los 100.000 hijos de puta de San Luis que venían a combatir el “epicentro revolucionario contra el absolutismo” o mismamente el precursor a Cádiz de “Vivan las caenas” contra el francés que traía libertad a hostias y que en nuestro cinismo patrio llegamos a gritar esa maravilla dialéctica.

Sufrimos lo que sufrimos, y aún así somos capaces en este país abiertamente fascista de declarar legal el matrimonio homosexual, legalizar a medias el aborto, buscar las mañas para condenar el franquismo, alzar monumentos a las brigadas con el Estado en contra y de no olvidar que somos los hijos y nietos de aquellos que los putos fascistas no fueron capaces de matar. Pues esto y mucho más, se ha conseguido sin matarles, sin matarles como ellos si mataron a los nuestros.

España es muy grande, aunque ahora nos avergüence por haber sido castrada una y otra vez por esa mala España. El problema es que los cojones nunca dejarán de crecernos las veces que haga falta, por muy machita y hermafrodita (xd) que suene la expresión.

 http://sagunto.cnt.es/2013/06/30/el-futuro-del-capitalismo-es-totalmente-utopico/

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